Todos los veranos mi american family
pasa una semana en la playa, ni más ni menos que en los Outer Banks, más de 200
kilómetros de costa, playa y relax. En un pintoresco pueblecito turístico
está la casa, a tiro de piedra de la playa (literal), aunque la playa no es
precisamente donde más tiempo pasamos. La semana playera es bastante ritual e
implica ciertas cosas que nunca dejan pasar. Así es nuestra semana en la playa:
Todo al coche (una
maleta es siempre sólo para libros) y muchas millas por delante. Llegar a casa,
reparto de habitaciones y visita a la playa, a comprobar que todo sigue en su
sitio.
El salón- comedor es
el lugar clave durante toda la semana. Ahí es donde toda la familia se reúne,
ya sea para comer, cenar, maratón de películas, tardes de juegos o la sagrada
noche de mojitos y caipiriñas :) Pero sin duda hay un rincón en la casa que se
lleva todo el protagonismo: la esquina del sofá al lado de la lamparita. Esa
luz permanece encendida 24 horas al día durante toda la semana. Es muy raro
encontrar un momento en el que nadie ocupe ese rincón con un libro entre las
manos, ya sea de día o de noche. Ah, e id escogiendo menú, porque a lo largo de
la semana cada uno tiene que preparar algo para los demás, normalmente una
cena, aunque también se aceptan postres o incluso cócteles:) Sobra decir que mi
ofrenda fue tortilla española (seguido de explicarles qué es una baraja española
y cómo se utiliza)
Pero no penséis que
todo el tiempo transcurre en casa: siempre se hace alguna escapadita diaria. Para
mi es (o más bien era) sagrado ir todos los días un ratito a la playa,
independientemente del clima. Si hace sol arenita y chapuzón. Si refresca
siempre toca paseo o correr por la orilla. Nada me gusta más que el olor a
arena mojada por la lluvia. Y es que siempre llueve. Siempre, al menos un día a
la semana, nos sorprende una tormenta de verano. Lluvia y calor; con suerte,
rayos. Y es que es genial poder salir en bikini a dejar que la lluvia te refresque
(uno de los momentos más entrañabas y divertidos que tuvimos el pasado año fue
precisamente bailando bajo la lluvia). Y si durante la noche tienes la
oportunidad de sentarte en el porche, batido en mano, y disfrutar de los rayos
cayendo sobre el mar el espectáculo está asegurado.
Fuera del radio de
gravedad de la casa (que desde luego nos atrae fuertemente) siempre hay dos
visitar que no se pueden dejar pasar: una es una cena familiar en el Black
pelican: una de las comidas más ricas que he probado en mi vida! Recomendadísimo.
La otra es a la tienda de navidad. Ya os hablé de ella la primera vez que la visité,
pero cada vez que lo pienso me río sola. ¿A quién se le ha ocurrido poner una
tienda de adornos navideños en una zona de veraneo? Lo más increíble es que el
negocio funciona. Y muy bien. Desde luego la tienda es impresionante: si Papá Noel
tuviera una tienda sería esta.
Además de las fijas,
cada año se intenta hacer alguna escapadita diferente: siempre cae algún faro
(obviamente hay muchos en la zona), el acuario, las dunas, alguna otra playa además
de la de Kitty Hawk y sagrada una noche de salir a por helado!! Y no somos los únicos:
el último año estuvimos hora y media esperando en la cola para conseguir helado
en un puesto ambulante… y acabamos por ir al super y comprarnos todos los tipos
de tarrinas J
Y no me olvido de las noches veraniegas en la terraza aprendiendo cosas
sobre planetas y estrellas. Y por supuesto, antes de irnos, siempre toca redesayunar
juntos un super brunch en el típico restaurante de película. Huevos, bacon, patatas
fritas, tortitas... y la camarera rubia rellenándote la taza de café, antes incluso
de que hayas tenido tiempo de probarlo.
JAJA, y me decían que ya no estaba escribiendo post
largos contando historias como antes.. J
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